24/06/2023
Desde su casa, ubicada en el municipio peruano de Colcabamba, a casi 3.000 metros sobre el nivel del mar, creó a Kipi, una niña robot que ha permitido que comunidades aisladas accedan a la educación y ahora se gana una segunda vida.
Llegó la pandemia y Walter Velázquez se hizo la misma pregunta que se hacen muchos otros docentes: ¿Y ahora qué?. Desde su rincón privado, en el municipio peruano de Colcabamba, a casi 3.000 metros sobre el nivel del mar, creó a Kipi, una niña robot que ha permitido que comunidades aisladas accedan a la educación y ahora se gana una segunda vida.
Kipi (que significa "carga" en quechua) se ha multiplicado, y hoy no son uno, sino siete. La adopción de las comunidades que visita Velásquez en el temido valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), refugio del último bastión de Sendero Luminoso y epicentro de los cultivos de coca en el Perú, ha convertido a esta niña robot en una herramienta educativa primordial. en un sistema que no tiene mucho apoyo.
También pensé que solo duraría durante la pandemia, pero la aceptación de los estudiantes en la comunidad fue tan grande que más niños comenzaron a regresar a la escuela (y lo exigieron), explica Velásquez.
Kipi (que significa carga en quechua) se ha multiplicado, y hoy no son uno, sino siete. La adopción de las comunidades que visita Velásquez en el temido valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), refugio del último bastión de Sendero Luminoso y epicentro de los cultivos de coca en el Perú, ha convertido a esta niña robot en una herramienta educativa primordial. en un sistema que no tiene mucho apoyo.
El documental se encuentra actualmente en las etapas finales de producción y avanza con el apoyo del Ministerio de Cultura, la Embajada de Suiza en Perú, Kallpa Generación y la Asociación Somos Das Perú. En sus inicios, Tuesta visitó comunidades donde Kipi ya es una estrella y afirmó que es una herramienta educativa muy valiosa que la escuela ha llevado a la comunidad.
Esas no eran aulas virtuales, él (Velásquez) iba a buscar chavales porque de los 60 alumnos que tenía antes de la pandemia, 30 se podían conectar y los otros 30 se iban a las comunidades y nunca más regresaban, dijo. A partir de ahí, agrega Tuesta, creció Kipi, el robot quechuahablante, y ahora no solo colecciona clases, como te dice el programa educativo, sino que colecciona la sabiduría de la gente.
Este éxito ha caracterizado a que este robot recorre, junto a otros similares, el Perú, celebrando su onomástico, cargando a sus espaldas un panel solar que las alimenta entre los cerros, fomentando el cuidado educativo de las comunidades y recogiendo su sabiduría, su mitos y leyendas.
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